Hay, por lo tanto, una gran diferencia entre generar sociedades diversas y generar sociedades inclusivas. Lo ideal sería comenzar desde pequeños, cuando nuestra capacidad de apertura y aprendizaje es mayor, cuando las piezas del puzzle no están encajadas, cuando no hay sesgos ni estereotipos.
Pero aunque no hayamos sido educados en la diversidad y en la inclusión desde pequeños, hay muchas cosas que todavía podemos cambiar, practicar y reeducar. Recuerdo que en ese desayuno alguien del público le preguntó a Marta por consejos para ser más inclusivos; como era de esperar, Marta no reveló ningún secreto, y sin embargo, estoy segura de que poner en práctica esas pequeñas cosas nos cuesta un mundo en nuestro día a día. Abrir conversación con personas diferentes, preguntar a los demás cuál es su historia, tratar a los demás como les gustaría ser tratados (no como nos gustaría ser tratados a nosotros), y sobre todo, estar presente. Y aunque no se esté presente, al menos, tratar de estar cercano con la gente.
Para terminar, me gustaría compartir con vosotros un ejemplo de diversidad, tolerancia e inclusión: a Festa do Orgullo de Lalín, un núcleo de 20.000 habitantes en el centro de Galicia (el lugar en el que vivo). Os dejo un fragmento del pregón dado este año por la decana de la Facultade de Ciencias da Educación de Santiago de Compostela, Carmen Fernández Morante.